La mente es como un recipiente con distintos vertederos y almacenes. Uno mismo es receptor de información y creador de información; experiencias, datos recibidos de fuera, interpretación de esos datos, y con un mix de datos e interpretación crea expectativas e imagina. Tanto lo creado como le recibido pasa a través del criterio propio y los va clasificando internamente. Algunos los deshecha, otros los deja a mano y otros pospone atenderlos.

El criterio de uno es la pinza que pone en colas distintas lo que debe o no ser atendido, desecha en otros cubos lo que decide que no es importante, innecesario, válido o no válido, pone en una caja especial lo que considera importante y así está más cerca de su atención, más cerca de las pinzas para poder recuperarlo. Lo que no considera de su interés, aquello a lo que no le da importancia, lo va dejando en continentes más apartados. Hay algunos que están tan lejos de las pinzas del criterio, que se acercan al olvido.

Todo se va almacenando. Y uno puede llegar a estar muy lleno e incluso estresado ante tanta idea e información. Llega un momento en que uno cree ser lo que ha aprendido.

Si uno se hubiera criado en Japón probablemente los gustos por la comida serían distintos o no, pero cabría tal posibilidad. Pero, ¿es uno lo que ha acumulado?

Así como decides hacer una dieta para limpiarte y estar más cerca de la salud, también uno puede hacer una dieta o ayuno de información e incluso una limpieza profunda.

Un retiro de silencio o de meditación reflexiva o contemplativa son pasos para entrar en contacto con esa posibilidad.