Expresar sin ver con claridad te lleva al conflicto

Todo el mundo opina. Todo el mundo sabe cosas. Todo el mundo se expresa. Pero en demasiadas ocasiones, la expresión de ideas no va acompañada de una claridad de percepción de cómo son las cosas en realidad. Uno expresa desde la memoria y mucha información de la memoria es heredada y copiada. También interesada.

Opinamos porque nos identificamos con conceptos e ideas. Pero pocas veces se mira de forma nítida y sin prejuicio lo que se procesa, se dice, y lo que se recibe. Se vive en reacción continua. Por no ver con claridad el cuerpo de lo que se expresa, se produce el conflicto. Ya que uno se encierra en una mirada que es tan limitada como la del interlocutor. Cada uno en su pedacito de razón se atrinchera. El conflicto nace debido a la falta de escucha verdadera. Por la falta de percepción clara.

Se ve un ejemplo claro en estos modernos debates de la televisión; periodistas transmitiendo opiniones con una carga de enfado importante. Se llegan a faltar el respeto por las ideas. Se insultan y violan los tiempos de participación con un ego enorme. ¿Es necesario el enfado? Uno se identifica con unas ideas y en cuanto se atacan las ideas, uno, se enfada como si fueran con él. Es inmaduro y absurdo. La información y la opinión pueden ser transmitidas con prudencia, humildad e independencia. Pero eso solo puede hacerlo quien tiene la capacidad de Ver las cosas tal y como son. De forma independiente y sin identificarse con los conceptos.

La identificación con una idea u otra, te crea el sentido de superioridad, inferioridad o separación. Pero son solo ideas e ilusiones. Tan fugaces como el vestido que te pones y que un día quedará fuera de tu vestuario.

Se hace mucho ruido y no se dice nada. Se habla mucho pero no se transmite nada. Se pelea más y no se consigue nada. No hay consciencia en la expresión ni consciencia en la escucha. ¿Qué es la consciencia? La consideración de uno mismo, la consideración de lo que Es tal y como Es y la consideración del otro.

Las conversaciones entre posiciones subjetivas sin consideración no llevan a ningún sitio. Todas las conversaciones deberían tener como prioridad el respeto hacia lo que es verdadero. Pero los egos inventan y/o defienden verdades incompatibles y se crean peleas absurdas. ¿Por qué hay que luchar por algo que no es verdadero o no necesario?

Cuando uno dice que el vaso está medio lleno y el otro dice que está medio vacío, ¿no están diciendo lo mismo?

En cada controversia existe una verdad objetiva o, cuando menos, un punto para encontrarse y apostar por la versión más óptima. Pero eso se hace imposible ante la intransigencia del ego que prefiere tener razón a ceder espacio para la verdad o para la resolución equilibrada de las partes. Acertar, entenderse y cooperar se ve interrumpido por el predominio de la importancia de la posición subjetiva dirigida por el ego sobre la posición objetiva que une a las partes.

El día en que la verdad importe más que quien la promulga, todos quedaremos unidos a través de una comunicación objetiva y respetuosa permitiendo la evolución posible y el bien común.

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